CAPÍTULO VIGESIMOSEGUNDO

Don Quijote y Sancho cuando iban caminando por un descampado se encontraron con unos galeotes presos, que iban escoltados por unos comisarios. Don Quijote al ver que iban encadenados se interesó por el motivo de la condena de los galeotes.
Al considerar injusto que esos hombres estuvieran condenados, Don Quijote decide liberarlos y dejarlos marchar. Amenaza a los comisarios y uno de ellos le advierte que no tiene autoridad para liberarlos y se ríe del bacín que lleva en la cabeza. El hidalgo se enfurece y lo hiere con su lanza y comienza una pequeña batalla donde los galeotes aprovechan para desatarse.
Al acabar esta pequeña batalla, Don Quijote pide a los galeotes que fueran a visitar a su amada Dulcinea del Toboso para contarle que el caballero de la triste figura les ha liberado de sus cadenas y penas. Los galeotes además de negarse a cumplir este mandato, comenzaron a apedrear y saquear a Don Quijote y a Sancho Panza, dejándoles a la intemperie y casi desnudos.

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