CAPÍTULO DECIMOQUINTO

Donde se cuenta la desgraciada aventura que se topó don Quijote en topar con unos desalmados yangüeses

Don Quijote y Sancho buscan a la pastora Marcela por un bosque, sin éxito. Llegaron a un arroyo dentro del bosque para descansar y comer. Entonces, dejaron a los animales libres, y por su instinto animal, se acercaron a una manada de yeguas que pastaba por ahí. Los yangüeses, nada más verlos, atacaron a los animales. Entonces, don Quijote y Sancho fueron a ayudarlos.
—¿Qué venganza hemos de tomar si somos dos y ellos veinte? —preguntó Sancho.
—Yo valgo por cien —respondió don Quijote.
Y sacó su espada para intentar atacar a uno de los yangüeses, pero estos los acaban apaleando y dejándolos malheridos. Sancho pregunta a don Quijote si tiene la poción de Fierabrás para el quebrantamiento de huesos, a lo que este responde que ojalá tenerla a mano. Y entonces, se echa la culpa de todo lo ocurrido y le dice a Sancho que la próxima vez debe atacar él, pero Sancho se niega.
—Mire, Vuestra Merced, si se puede levantar, y ayudaremos a Rocinante, aunque no lo merece, pues es la causa principal de esta paliza.
—Sábete, amigo Sancho, que la vida de los caballeros andantes está sujeta a mil peligros y desventuras.

Don Quijote pide a Sancho que le ayude a levantarse y que lo suba al burro porque Rocinante está malherido. Entonces, Sancho se levantó, quejándose, y ayudó a don Quijote a subirse para continuar así su viaje. Tras un rato, Sancho vio una venta que don Quijote creyó castillo.

Jacobo Cano Martínez, Manuel Rodríguez González
y Edurne Rodríguez Martínez
IES Julián Zarco, 3·º ESO