CAPÍTULO DECIMOTERCERO
Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucesos
Don Quijote y su fiel amigo Sancho Panza amanecieron en la choza de Pedro, el cabrero, dispuestos a acudir al entierro de Grisóstomo. En el camino, se encontraron unos caballeros. Uno de ellos era Vivaldo. Este le pregunta a don Quijote por qué va vestido de aquella manera, a lo que le responde que es caballero andante. En ese instante, Vivaldo se da cuenta de que está demente e intenta ver hasta qué punto llega su locura, diciéndole que ser caballero andante es complicado.
—Lo que me parece muy mal de los caballeros es que en sus peligrosas aventuras nunca se encomiendan a Dios, sino a sus damas —dijo Vivaldo.
—Esto tiene que ser así —respondió don Quijote.
—Pero, ¿habrá caballeros que no tengan dama? —preguntó Vivaldo.
—Eso es imposible —contestó don Quijote.
—Entonces, háblenos de su dama —pidió Vivaldo.
—Se llama Dulcinea y es de El Toboso, por lo menos ha de ser princesa, pues es reina y señora mía. Tiene una hermosura sobrehumana —respondió don Quijote.
Al contar esto, el único que le creyó fue Sancho, aunque dudaba de la certeza de la historia. En ese momento, vieron bajar de una montaña a unos pastores, los cuales llevaban a enterrar a Grisóstomo. Uno de ellos lee unas palabras muy conmovedoras del fallecido.
Marcos Cano Izquierdo, Pablo Pérez Tirado
y Pablo salido González.
IES Julián Zarco, 3·º ESO
