CAPÍTULO DÉCIMO
De lo que más le avino a don Quijote con el vizcaíno y del peligro en que se vio con una caterva de yangüeses.
Cervantes estaba en Toledo, y vio un vendedor de papeles, al que un papel pidió, no lo sabía leer y un morisco le ayudó. Hablaba de Dulcinea, otro papel de don Quijote. Entonces, todo el papel compró y al morisco contrató. Leyendo y leyendo, una historia encontró, en la que peleaba don Quijote y una oreja perdió. El vizcaíno le azotaba, pero no lo derrotó, pues don Quijote con la espada, al final tumbó.
Después, don Quijote lo quería decapitar y unas señoras decían que no lo debía matar, don Quijote una opción da, la cual, a menos que este caballero a Dulcinea fuera a visitar, y sobre él hablar, él lo iba a matar. Al final, una señora lo convence y de ahí se va.
Cuando todo se calmó, don Quijote quería la cura del bálsamo de Fierabrás, una cura que todo puede sanar. Sancho le preguntó:
- ¿Qué bálsamo es ese?
Y don Quijote le dice que es un bálsamo con el cual no hay que tener miedo a la muerte ni a morir de una herida.
- Lo haré y te lo daré para que, si en una batalla me parten el cuerpo en dos mitades, recojas del suelo la parte caída y la coloques sobre la mitad que quedó en la silla, y antes de que la sangre se hiele, encajas y ajustas bien las dos partes. Luego me das a beber solo dos tragos del bálsamo y me verás más sano que una manzana.
Sancho quería venderla, pero Don Quijote dice que su oreja primero, y luego la riqueza. Luego, frutos secos y yerbas comieron, en busca de un castillo fueron, pero no llegaron y en una choza durmieron.
Marcos Cano Izquierdo, Pablo Pérez Tirado
y Pablo salido González.
IES Julián Zarco, 3·º ESO
